Hace unos días cuando recogí a mi hija del colegio se echó a llorar amargamente en los brazos de su padre. Nosotros le preguntamos qué le pasaba pero no soltaba prenda. Entre más preguntábamos más lloraba. Era un llanto de tristeza no de dolor. Entonces decidimos respetar su espacio. Le dijimos que cuando le apete...
Si continuas utilizando este sitio, aceptas el uso de las cookies. Más información
Las opciones de cookie en este sitio web están configuradas para "permitir cookies" para ofrecerte una mejor experiéncia de navegación. Si sigues utilizando este sitio web sin cambiar tus opciones o haces clic en "Aceptar" estarás consintiendo las cookies de este sitio.